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México, tierra de grandes voces femeninas

Música, Música Popular, Noticias

A propósito de la visita de Lila Downs al Centro Cultural Kirchner, un recorrido por las súper cantantes mexicanas que marcaron la identidad musical de América Latina. Por Andrés Casak


Durante las últimas décadas, las voces mexicanas dejaron de ser un fenómeno local para adquirir una dimensión continental e incluso planetaria. Desde diferentes estéticas y generaciones, una serie de mujeres impusieron estilos muy personales, con propuestas que van desde la ranchera, el bolero y el corrido hasta el hip hop, el rock y la electrónica, además de singulares cruces entre estos géneros.

Entre las voces históricas, la importancia de Amparo Ochoa es decisiva. Nacida en Sinaloa, fue docente y una de las grandes impulsoras de la Nueva Canción en la década de 1970, cuya obra reflejó y acompañó los movimientos sociales de la época. Conocida como “La voz rebelde”, una de sus creaciones más recordadas es “La maldición de Malinche”, de Gabino Palomares, que denuncia la explotación de los pueblos indígenas latinoamericanos.

Una de sus admiradoras fue la mismísima Mercedes Sosa, quien la convocó a cantar en el Luna Park en 1988 como parte del Festival Sin Fronteras. La presentó como “una mujer joven de Sinaloa, maestra rural mimada por los intelectuales de México y de Latinoamérica. Es una gran artista, la van a amar como la aman los que la conocen en México”. La Negra Sosa tenía razón: aunque partió muy joven, Amparo es una referencia obligada para las nuevas generaciones de cantantes.

La trascendencia de Chavela Vargas es absoluta. Nacida en Costa Rica y mexicana por adopción –“los mexicanos nacemos donde nos da la gana”, decía con provocación y humor–, se convirtió en una figura con reconocimiento global. Intérprete de boleros y rancheras, la cantante del desgarro les dio contornos definitivos a temas como “La llorona”, “Luz de luna”, “Volver, volver” y “Macorina”, un himno a las diversidades que eternizó su voz.

Su historia parece provenir de una película: Chavela vivió con Frida Khalo y Diego Rivera, fue amiga de Juan Rulfo y la inspiración para las canciones de José Alfredo Jiménez. En su vida bohemia de 92 años tuvo múltiples reinvenciones: entre las últimas, se convirtió en una leyenda amada a nivel mundial. La rescató Pedro Almodóvar, que tomó sus boleros para deslizarlos como puñal en sus películas, y, junto a él, Joaquín Sabina, quien le dedicó los versos: “Las amarguras no son amargas / cuando las canta Chavela Vargas / y las escribe un tal José Alfredo”.

Como un eslabón clave de este recorrido histórico, Lila Downs funciona como médium entre tradición y modernidad, entre sus predecesoras folk y las chicas pop, entre música de raíz y los sonidos del soul, el jazz y la cumbia rock. La fusión en Lila está en su ADN: hija de madre indígena y padre angloamericano, puso el acento desde su primer disco en el multiculturalismo, en un mix que integra su voz poderosa, sus atuendos coloridos, las tradiciones indígenas, el rap y el pulso electrónico, desafiando siempre los límites y cantando en inglés, o en mixteco, zapoteco, maya, purépecha y náhuatl.

De los premios Oscar a la música de raíz

La cantante criada en Veracruz Natalia Lafourcade, geniecilla de la música pop, adorada por el mainstream e intérprete de “Recuérdame”, tema principal de la película Coco, realizó un recorrido interesantísimo en sus veinticinco años de trayectoria: pasó de ser la chica mimada de la industria a involucrarse a fondo con el folklore. Durante la última década, como una arqueóloga, buceó con énfasis en las músicas de raíz, rescatando canciones tradicionales para barnizarlas con una paleta sonora contemporánea.

En 2012, Lafourcade lanzó un tributo a la obra de Agustín Lara, Mujer divina; en 2015, ahondo el camino con Hasta la raíz; luego sacó Musas I y II, con un repertorio dedicado a América Latina registrado junto a Los Macorinos, guitarristas históricos de Chavela Vargas. Más recientemente, sacó los discos Un canto por México I y II, síntesis de su trabajo sobre la identidad musical, con ritmos locales como el bolero, la polca ranchera, el son jalisciense y el son jarocho.

La chica de Tijuana, Julieta Venegas, también hizo un camino único: empezó muy joven como integrante de la banda mexicana de ska y reggae Tijuana No. Luego sacó sus primeros dos discos solistas Aquí y Bueninvento con la producción de Gustavo Santaolalla. Su repercusión continuó creciendo hasta convertirse en una estrella mundial, con éxitos como “Andar conmigo”, “Verte otra vez”, “Limón y sal”, “Me voy”, “Eres para mí” y “Algo está cambiando”.

Radicada en Buenos Aires desde 2017, Julieta desplegó su otra pasión como actriz de teatro en la obra La Enamorada, del escritor argentino Santiago Loza​, y exhibió su amor por la literatura, participando de la edición 2018 de FILBA junto al escritor Mariano Blatt. A fin de 2022 editó el disco Tu historia, con diez temas pop, atmósferas bailables y un tono confesional.  ​

Ellas son algunas de las cantantes más representativas de la enorme cantera de voces que dio México, un fenómeno social y artístico que se proyecta al mundo. La lista, aquí apenas esbozada y muchísima más extensa, podría incluir a Paquita la del Barrio –gloria viva de la canción– o a Lhasa de Sela, nacida en Estados Unidos aunque marcada a fuego por el idioma de su padre mexicano y con una brevísima pero contundente trayectoria de tres discos de interpretaciones memorables.

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