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Correspondencias, carta 1: de Walter a Camila

Literatura, Proyectos Especiales

En la primera entrega del intercambio epistolar que forma parte de las crónicas de Poesía Ya!, Walter Lezcano le escribe a Camila Fabbri acerca de lo que vio y vivió en la sexta jornada del festival.


Viernes, 10 de febrero de 2022

Hola, Camila
Cómo va?

Espero que todo hermoso por ahí.

Quizás de esta sensación (lo que muere indefectiblemente) surge la necesidad de escribir: que algo –un rastro, al menos– quede en alguna parte. De cualquier modo, acá estamos: te escribo para contarte las cosas que vi ayer en el Festival Poesía Ya!

Ahora que lo pienso, un festival (de música o, como en este caso, de poesía) es un gran recordatorio sobre qué es la vida: te obliga a elegir, te empuja a tomar decisiones, porque suceden cosas todo el tiempo y la duda es una fatalidad que te hunde en la inacción. Y todo lo que no se mueve se pudre. En cierta manera también se relaciona con la escritura, donde todo el tiempo se están tomando decisiones.

Empecé por La dicha: Homenaje a Irene Gruss, en la Sala Federal. Gruss es una autora que me gustaba –me gusta– mucho. La seguía en Facebook, donde siempre estaba metida en alguna polémica. Y yo me preguntaba: ¿por qué lo hace, para quién lo hace? Esto tiene que ver con que muchas veces idealizo a determinados poetas y cuando se meten en cuestiones mundanas me perturba. ¡Pero los poetas son humanos y son MUNDANOS! Hace poco salió su Poesía completa por Ediciones en Danza, y es de esos libros –lo supe ni bien lo terminé– que te acompañan toda la vida y son material de consulta y revisión constante, porque intenta responder una pregunta capital: ¿con qué materiales se hace un poema? Bueno, con todo, si le dedicás tiempo y confianza, todo es material para la poesía, parece decirnos. El corpus de Irene Gruss se maneja en muchos planos, que van de lo más íntimo a los más político pasando por la salud y el sexo (que pueden pensarse como la misma cosa), entre otros. En este sentido, hacerle un homenaje a Gruss fue no solo recordarla a ella, sino también saber que su obra merece ser tomada en cuenta como lo que es: importante para el devenir de la lengua y el campo cultural (me sirvió lo que dijo el gran Osvaldo Bossi al respecto de la relación Gruss/Gelman). Entonces pienso que este homenaje es algo que cualquier persona puede hacer, cualquier lectora, cada vez que abre un libro de Irene Gruss.

Seguro lo sabés, pero por las dudas te cuento: el Centro Cultural Kirchner es un lugar grande, inmenso diría. Por suerte siempre hay gente joven con remeras azules que te pueden guiar. Son humanos en los que se puede confiar. Esto hace que sea un poco más fácil llegar de un lugar a otro sin perderse demasiado. Así que llegar de la Sala Federal a La Cúpula fue simple pero no rápido. En La Cúpula estaba la lectura de Lectores Frontera, Ciclo de Poetas Migrantes. Escuché a poetas de Brasil, Paraguay, Venezuela, Colombia y México. Es interesante pensar en la poesía y la migración porque nos hace pensar en el uso de la lengua de un modo al que no podríamos acceder de otro modo. Ser extranjero también es, desde siempre, una condición del poeta. Pero en el caso de la migración esta situación se profundiza, porque tu lengua (o la lengua que creaste) es lo único (además de tu cuerpo) a lo que podés aferrarte para no derrumbarte. De esta lectura me quedó resonando Rebe López, trabajadora sexual y militante del colectivo Identidad Marrón. Su poesía fundía belleza y furia sin saber dónde empezaba una y terminaba otra. ¿El arte político no debería ser siempre así: una fusión de violencia y encantamiento? Me lo pregunto sin llegar a una respuesta clara.

De ahí bajé a la planta baja y me fui a la feria de editoriales. Para un lector de poesía no hay mejor lugar que una feria. ¿Por qué? Porque no todas las librerías (casi ninguna, te diría) le dedican un buen espacio a los libros de poesía. En las librerías, la poesía parece un mal necesario que se pone en territorios inaccesibles y lúgubres. Entonces, las ferias son los únicos lugares donde la poesía tiene el lugar que se merece: los libros están a la vista, los editores pueden hablar de sus publicaciones y de sus catálogos, todos los títulos inconseguibles están disponibles. La edición de poesía en Argentina es, francamente, impresionante. No hay razón económica para este ecosistema que siempre parece estar muriendo y renaciendo. Y sin embargo en la Plaza seca la feria muestra, una vez más, que la poesía es invencible. Algo irracional pero totalmente palpable, visible y fáctico.

De ahí me fui al cierre de la fecha: Después de esto, el mar, en el Auditorio Nacional. Un varieté precioso donde estuvieron Benito Cerati cantando Violeta Parra, Susi Pireli cantando un poema de Rosario Bléfari, Vicente Luy en versión rap, Liliana Herrero cantando a Juanele Ortiz y excelentes lecturas de Teuco Castilla y Beatriz Vignoli. Pero lo que más me gustó de ese momento fue escucharlo leer a Humberto Tortonese poemas de Pizarnik, Marosa Di Giorgio, Alejandro Urdapilleta y Alfonsina Storni. Voy a tratar de justificarme. Tortonese (junto a Batato Barea y Urdapilleta, por supuesto) fue uno de quienes, durante los ochenta, mantuvo vivo un legado poético que estaba siendo olvidado y barrido bajo la alfombra de la historia. Y lo hizo desde el under. Es decir: sin la aventura que emprendió Tortonese para incluir a poetas en sus espectáculos, algunas de esas voces estarían perdidas el día de hoy. Yo había visto muchos videos en YouTube de esas lecturas gloriosas que se hicieron en los ochenta luego de la dictadura. Siempre me dio pena no haber vivido en tiempo real todo eso, ese renacimiento, esa belleza disidente cuando tenían absolutamente todo en contra. Ellos lo hicieron, combatieron, solo con poemas y gracia, poemas y risas, poemas y desparpajo. Escucharlo leer ahora esos poemas fue saldar una deuda pendiente que siempre tuve. ¿No debería ser la vida así más seguido? Lograr esta clase de cosas en un festival de poesía quizás sea lo más cerca a la magia que puedo llegar un jueves.

Hoy voy de vuelta, Camila. Mañana te cuento. Espero no haberte aburrido. La poesía es todo para mí porque me dio una vida y me gusta mucho hablar de esto.

Beso,
Walter

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