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Instantáneas ilustradas, por Lux Lindner

Artes Visuales, Instantáneas ilustradas

Instantáneas ilustradas es un ciclo de microexhibiciones virtuales que forma parte de las producciones realizadas en conjunto por el Centro Cultural Kirchner, el Archivo General de la Nación (AGN) y la Secretaría de Patrimonio Cultural.

En ella, artistas visuales de distintos lugares del país retratan momentos históricos en torno a Belgrano. Las ilustraciones se hicieron a partir de anécdotas que, a modo de instantáneas fotográficas, capturan momentos de la vida del prócer. Las instantáneas fueron recopiladas y escritas por el historiador Javier Trímboli y acompañan las ilustraciones.

Las dos instantáneas que aquí se presentan fueron recopiladas y escritas por el historiador Javier Trímboli e ilustradas por Lux Lindner.

1955 y el monumento tambaleante

En una nota titulada Mi Belgrano y publicada en octubre de 2013, el escritor Enrique Medina recuerda que la noche del 16 de junio de 1955, junto con un par de amigos que, como él, estaban internados en el Instituto de Menores, fueron a la Plaza de Mayo. Durante todo el día habían estado pendientes de las noticias y de los muchos rumores que corrían sobre los bombardeos, sobre los estragos que había hecho ese atentado criminal contra el gobierno de Perón. Aunque advirtieran el peligro que una excursión como esa implicaba –o justamente porque advirtieron el peligro y los tentó–, hacia allí se dirigieron. Citamos: “Llegamos a la plaza. Había alguna que otra luz y pocas personas curioseando, pero nadie en grupo, salvo nosotros. Aparecieron unos policías con el mismo interés que nosotros: chusmear. Nos vieron muchachitos incautos y sin peligro; no nos dijeron nada. Los pocos que deambulábamos lo hacíamos con la misma discreción que en un museo de arte. Recuerdo una paloma sobre un cable. Quieta. Pensamos que el fuego de la explosión de una bomba la había petrificado o algo así; la veíamos negra, porque era noche y porque ese bicho se veía negro. (...) Vimos colectivos incendiados, ya con poco fuego; otros retorcidos de tan quemados. Una ambulancia dando vueltas sin alarma se detuvo y se llevó un cuerpo, sorteando un auto destrozado como una lata de sardinas mal abierta. Dentro de otro auto, sin los asientos delanteros, se había formado una lagunita de color rojo mezcla de sangre y lluvia. Corito se acercó y dijo que había un bulto, una persona muerta. No quise mirar y seguí hacia la Casa Rosada. Y vi que Belgrano estaba por caer del caballo, es decir se estaba por venir abajo el caballo con su jefe (tendría que averiguar el nombre del caballo, o inventarle uno, se lo merece). El monumento había recibido una bomba justito al lado de la base y, por suerte, lo más que se había logrado con la explosión fue un enorme agujero, un tremendo pozo que había hecho tambalear al animal y su jinete. A las bombas les faltó apenas un pelito para llegar al sacrilegio. Por suerte, el héroe estaba intacto pero tan inclinado que pensamos se caería en cualquier momento”. En la urgencia encontraron un palo de luz caído que había quedado con las raíces al aire; con su ayuda apuntalaron a Belgrano.

Religiosidad. La Virgen de la Merced

“Muchos han criticado al general Belgrano como un hipócrita, que sin creencia fija, hacía ostentación de las práctica religiosas para engañar a la muchedumbre. Creo, primeramente, que el general Belgrano era cristiano sincero, pero aun examinando su conducta en este sentido por solo el lado político, produjo inmensos resultados”.

Esto escribe José María Paz en sus Memorias. Sinceridad y eficacia política, de la mano. En contraste tajante con el posicionamiento de Castelli en la materia –o con la leyenda negra y jacobina que de su posición hicieron los realistas–, que apenas meses atrás había estado en la misma región, en las mismas ciudades y pueblos. Belgrano hace de lo religioso un punto clave de entendimiento con las sociedades del norte y del Alto Perú. O al menos lo neutraliza, pues impide que se use el argumento en contra del ejército revolucionario. José Manuel Goyeneche, que era el superior del general Pío Tristán, anota: "Nos clasificó de impíos e incrédulos, desnaturalizando así la guerra y haciéndola semi-religiosa”. La religión, a favor de la revolución.

Virgen de la Merced. El 24 de septiembre es, desde mucho tiempo atrás, su día. Pero en 1812 no se celebra en Tucumán la tradicional misa en su convento porque la batalla ese día lo ocupa todo. El triunfo es de los patriotas y Belgrano reconoce su ayuda, por eso la nombra Generala del Ejército. Un mes después se celebra la misa pospuesta, a la que Belgrano asiste con toda la oficialidad. La concurrencia es masiva. Sin que estuviera planificado –¿se puede dudar de esto?–, a última hora se incorporan soldados revolucionarios que vuelven de perseguir a la retaguardia enemiga. La batalla se mezcla, en uno de sus coletazos últimos, en la función religiosa. Después se hace procesión hasta el lugar preciso en el que se había combatido un mes atrás. Repleto aún está de huellas. En andas se lleva a la imagen de la Virgen. Belgrano se acerca a ella y le coloca su bastón de mando. Escribe José María Paz, que no era especialmente piadoso: “La conmoción fue entonces universal; hay ciertas sensaciones que perderían mucho queriéndolas describir y explicar; al menos yo no me encuentro capaz de ello. Si hubo allí espíritus fuertes que ridiculizaron aquel acto, no se atrevieron a sacar cabeza”.

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