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Una celebración del canto ancestral

Música, Música Popular, Proyectos Especiales

En el marco de Nosotras Movemos el Mundo, doce cantoras, integrantes o descendientes de las comunidades indígenas, mostraron la vigencia de la música de raíz. El Auditorio Nacional fue una caja de resonancia de los sonidos del país.


Sale el sol, sale la luna, la vida mía,
con su vajilla de plata, la vida mía.
Una madejita de oro, la vida mía,
del lindo sol se desata, la vida mía.

Yo soy paloma del cerro, la vida mía,
que voy bajando a la aguada, la vida mía.
Con las alitas la enturbio, la vida mía,
por no tomar agua clara, la vida mía.

En la apertura del concierto Territorios del canto, Nadia Larcher, Andrea Mamondes y Lorena Carpanchay acaban de cantar la vidala “La vida mía”, de autor anónimo y recopilada por Leda Valladares, con la que culminan la interpretación de una serie de coplas y tonadas. El público, entregado al ritual del canto con caja, acompaña con palmas; las imágenes en la pantalla gigante de fondo nos recuerdan que estamos en el Auditorio Nacional, y la música funciona como motor creativo, afirmación de los orígenes y declaración de principios.

La propuesta de esta presentación, que integra la programación de Nosotras Movemos el Mundo, es tan directa como contundente: doce cantoras que forman parte de pueblos, naciones y comunidades indígenas, o son descendientes de esos pueblos, se alternan en el escenario para cantar un repertorio en lenguas originarias y en castellano, acompañadas por doce músicas con instrumentos étnicos y clásicos. También se oyen fragmentos grabados de poesías en lenguas indígenas.

En el Kirchner se escucha a las cantoras volver sobre el guaraní, el quechua, el mapuzungun; a las músicas se las ve tocar instrumentos como el erke, la caja, el charango, el siku. La memoria también se construye en el diálogo permanente con nuevos elementos: en este mapa de sonidos, incluso suena el hip hop, que no desentona con el ancestral canto improvisado.

Uno de los momentos más emocionantes de la noche ocurre cuando la cantante tilcareña Cristina Paredes entona el huayno “La canastita”. Su voz desata una celebración de las raíces nativas: sobre el semicírculo que forma el escenario, las otras intérpretes se levantan de sus sillas para bailar y los espectadores para ovacionarla.

Yo soy como la chicharra,
......Y una canastita, llenita de flores.
corta vida y larga fama.
......Consérvala siempre, vidita,
......que son mis amores.

Y me la paso cantando
......Y una canastita, llenita de flores.
de la noche a la mañana.
......Consérvala siempre, vidita,
......ay, que son mis amores.

Piedra y camino

Territorios del canto conecta con las diferentes regiones del país y con las culturas de sus comunidades. En cierto sentido, rememora los proyectos de Leda Valladares de salir con un grabador en mano a rastrear la memoria musical de un país, y evoca la idea yupanquiana de recorrer los confines de nuestra geografía para convertirnos en portadores de un legado anónimo.

Pero con una diferencia sustancial: aquí, en un juego de espejos, el viaje es de los cerros y del campo a la urbe. Como una caja de resonancias, el Centro Cultural Kirchner rescata los sonidos del país y los amplifica en todas las direcciones posibles.

El concierto mantiene un registro que combina poesías y música en vivo, lenguas originarias y castellano, transmisión de la memoria y nuevas composiciones. Noe Pucci y Awka Liwen rapean sobre un fondo de reggae; Beatriz Pichi Malen interpreta el tradicional mapuche “Müxun Tayül”; Sara Mamani presenta su obra “Mi fuerza”; Anahi Mariluan entona “La espera - Üngüm”; Ema Cuañeri hace lo propio con el tradicional qom “La algarroba”; Verónica Condomí versiona “La Negra Eulogia”, de Teresa Parodi, sobre la historia de una mujer afroguaraní; y Micaela Chauque canta su tema “Jallalla”.

Con arreglos de Popi Spatocco, las canciones son interpretadas por una docena de músicas en escena: Nuria Martínez, Silvia Fernández, Natalia Cabello, Mariana Baraj, Pao Fassi, Van Shake, Clara Aita, Diana Arias, Mariana Levitin, Carolina Rodríguez, Cecilia García y Ernestina Inveninato.

Para cantar he nacido

El espectáculo no solo pone en foco una serie de identidades musicales, sino que también esboza respuestas sobre algunos interrogantes: ¿qué pasó con el repertorio de raíz? ¿se mantienen vigentes las tradiciones de los pueblos originarios? Y, sobre todo, ¿quiénes son nuestras cantoras indígenas?

Sobre el final, Anahi Mariluan –directora musical de Territorios del canto y del podcast de título homónimo creados junto a Estefanía Cajeao en producción general– da algunas pistas que guían la propuesta: “Estamos felices de hacer este primer escenario íntegramente con nosotras: mujeres de los territorios de los pueblos originarios. En este mes de la mujer trabajadora, nuestro canto se ha vuelto oficio. Nos encontramos juntas valiéndonos de las experiencias que tenemos en nuestros territorios, todos en resistencia”.

El cierre es con el tema “Jacha Mallku - Cinco siglos resistiendo”, cuya letra, que se canta como un mantra, le da cohesión a todo el proyecto.

Cinco siglos resistiendo,
cinco siglos de coraje
manteniendo siempre la esencia.

Es tu esencia
y es semilla
y está dentro nuestro
por siempre.

Se hace vida con el sol
y en la Pachamama
florece.

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