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2021 se anuncia como el año de un nuevo inicio. Hemos experimentado la transformación extrema de las experiencias vitales que conocíamos. Todavía podemos recordar las extrañas percepciones que nos atravesaron cuando las ciudades del mundo se vaciaron. Las ficciones futuristas, extremas y distópicas de las ciudades vacías se volvieron con los meses formas posibles, incluso comunes. La distancia social revolucionó nuestras formas de vida. Las noticias de lo que cada día sabemos del mundo se regularizaron en curvas, contagios, proyecciones, muertes, vacunas. Rubros enteros de la economía se han detenido. Hoteles, aviones, escuelas, universidades, conferencias presenciales, oficinas, comercios, cines, teatros, museos quedaron inicialmente paralizados y vacíos. Un año después no logran retomar su funcionamiento. ¿Será la participación presencial parte constitutiva de la cultura por venir? El arte confirmó su necesidad en formas colaborativas espontáneas o planificadas. No sabemos con certeza qué sigue. Y cabe preguntarnos, ¿a qué estado del mundo queremos volver? La relación devastadora hacia la naturaleza tocó un extremo. Nos encontramos en un “momento bisagra”. Se anticipa que en la agenda futura el medioambiente estará en primer lugar, las pandemias en el segundo.

Sobre muchos de estos temas el feminismo aportó experiencias y una biblioteca que durante la crisis proporcionó una extraordinaria caja de herramientas. Un feminismo multiplicado que en las calles borró fronteras etarias, raciales y sociales; que recogió tradiciones y expandió conceptos; que cruzó disciplinas y abordó el estado del mundo, la relación de lo humano con la naturaleza, el valor de las economías populares, indígenas, mestizas, solidarias, comunitarias. El feminismo interseccional abordó los legados de la esclavitud en América Latina, de las diásporas y las masacres, coloniales y contemporáneas. No solo analizó lo femenino sino también la constitución de lo masculino como pares interdependientes atravesados, ambos, por mandatos sociales y relaciones de poder. Pensó, anticipadamente, las domesticidades y sus peligros. El aislamiento dejó a muchas mujeres a merced de sus agresores. También reveló el sentido múltiple de la casa. Se visibilizaron las economías del cuidado y se descalzaron roles. El feminismo reúne una matriz crítica que propone volver a pensar las formas en las que conocimos el mundo, instrumentos para entender la contemporaneidad, imaginarios para el futuro.

Las obras de esta exposición abordan tal estado de cosas. Aunque fueron realizadas antes de la pandemia, nos proponen estrategias éticas, estéticas, conceptuales y políticas desde las que podemos pensar todo de nuevo. Como expresión del pensamiento paralelo, desnormativizado y alterno, el arte expande las formas de entender el mundo.

Los trabajos de Aline Motta, Esther Ferrer, Joiri Minaya, Pau Delgado Iglesias y Sebastián Calfuqueo proponen agendas de feminismos diversos, potentes en términos históricos, urgentes en términos contemporáneos.

Andrea Giunta

2021 se anuncia como el año de un nuevo inicio. Hemos experimentado la transformación extrema de las experiencias vitales que conocíamos. Todavía podemos recordar las extrañas percepciones que nos atravesaron cuando las ciudades del mundo se vaciaron. Las ficciones futuristas, extremas y distópicas de las ciudades vacías se volvieron con los meses formas posibles, incluso comunes. La distancia social revolucionó nuestras formas de vida. Las noticias de lo que cada día sabemos del mundo se regularizaron en curvas, contagios, proyecciones, muertes, vacunas. Rubros enteros de la economía se han detenido. Hoteles, aviones, escuelas, universidades, conferencias presenciales, oficinas, comercios, cines, teatros, museos quedaron inicialmente paralizados y vacíos. Un año después no logran retomar su funcionamiento. ¿Será la participación presencial parte constitutiva de la cultura por venir? El arte confirmó su necesidad en formas colaborativas espontáneas o planificadas. No sabemos con certeza qué sigue. Y cabe preguntarnos, ¿a qué estado del mundo queremos volver? La relación devastadora hacia la naturaleza tocó un extremo. Nos encontramos en un “momento bisagra”. Se anticipa que en la agenda futura el medioambiente estará en primer lugar, las pandemias en el segundo.

Sobre muchos de estos temas el feminismo aportó experiencias y una biblioteca que durante la crisis proporcionó una extraordinaria caja de herramientas. Un feminismo multiplicado que en las calles borró fronteras etarias, raciales y sociales; que recogió tradiciones y expandió conceptos; que cruzó disciplinas y abordó el estado del mundo, la relación de lo humano con la naturaleza, el valor de las economías populares, indígenas, mestizas, solidarias, comunitarias. El feminismo interseccional abordó los legados de la esclavitud en América Latina, de las diásporas y las masacres, coloniales y contemporáneas. No solo analizó lo femenino sino también la constitución de lo masculino como pares interdependientes atravesados, ambos, por mandatos sociales y relaciones de poder. Pensó, anticipadamente, las domesticidades y sus peligros. El aislamiento dejó a muchas mujeres a merced de sus agresores. También reveló el sentido múltiple de la casa. Se visibilizaron las economías del cuidado y se descalzaron roles. El feminismo reúne una matriz crítica que propone volver a pensar las formas en las que conocimos el mundo, instrumentos para entender la contemporaneidad, imaginarios para el futuro.

Las obras de esta exposición abordan tal estado de cosas. Aunque fueron realizadas antes de la pandemia, nos proponen estrategias éticas, estéticas, conceptuales y políticas desde las que podemos pensar todo de nuevo. Como expresión del pensamiento paralelo, desnormativizado y alterno, el arte expande las formas de entender el mundo.

Los trabajos de Aline Motta, Esther Ferrer, Joiri Minaya, Pau Delgado Iglesias y Sebastián Calfuqueo proponen agendas de feminismos diversos, potentes en términos históricos, urgentes en términos contemporáneos.

Andrea Giunta