|

Pizarnik 85 años

Alejandra Pizarnik (fotografía: Sara Facio)
Literatura

En el 85 aniversario del nacimiento de la gran poeta argentina Alejandra Pizarnik, el Centro Cultural Kirchner actualiza la lectura de su obra con una selección de sus poemas, acompañados por palabras de Mónica Sifrim y fotografías de Sara Facio.

Su figura es una de las más potentes del imaginario literario del país. Sus poemas se erigieron como una de las manifestaciones líricas más originales y profundas de nuestra literatura. Alejandra Pizarnik publicó su primer libro en 1955, con la ayuda financiera de sus padres, hasta convertirse tal vez en la poeta más leída. Tan potente como inasible, Pizarnik, así, por el apellido como Rimbaud: dueña de una disidencia intuitiva y autora de la obra más emocionante de nuestra lengua.

Alejandra Pizarnik, por Mónica Sifrim

Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo”, sugería Alejandra en su libro Árbol de Diana. Y continuaba: “La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”. Esta provocación a escudriñarlo todo desde abajo, con la potencia salvaje de la primera vez, ese llamado a sublevarse y estallar el cuerpo en ese mismo acto, contrasta con la imagen de criatura desvalida que suele asociarse a la figura de Alejandra Pizarnik. No es casual que su obra, un mito de los años ochenta y noventa, siga siendo adorada e imitada a granel aunque prevalezcan ahora poéticas distintas. No es casual que todavía cueste sustraerse a la fascinación bifronte de sus poemas y su biografía. Poeta preferida de les adolescentes acaso porque, como ellos, Pizarnik es terminal. Parecería no ver más absoluto que su herida ni más futuro que volver a herirse: “Es tan lejos pedir/ tan cerca saber que no hay”. Recomienzo entonces:  Como la mayor parte de las poetas adolescentes de mi generación, comencé a escribir imantada por la poesía de Alejandra, procurando alejarme para no imitarla, releyéndola luego para descubrirle rasgos insospechados.

Con palabras familiares (agua, piedra, pájaro, noche), Pizarnik compone poemas que resultan máquinas misteriosas de relojería, jaulas deslumbrantes y perfectas.  La sintaxis de los versos propone o promete resolver acertijos y entelequias. Sin embargo, de la mano de sus argumentaciones, llegamos sin darnos cuenta a ese abismo de cuño simbolista: se trata de develar un misterio sin que deje de serlo, de trasmitir los sentidos latentes sin rescatarlos de su naturaleza incierta. En la poesía de Alejandra el sujeto poético se exhibe y multiplica, pero rara vez desaparece. “Hablo de mí conmigo” y eso, que parecería ser una constante de toda poesía intimista, es aquí literal: en su obra muchas veces (como sugiere Cristina Piña) discuten delante del lector dos versiones de sí: la que habla y la que sufre la vida: “No hay por dónde respirar/y tú hablas del soplo de los dioses”. De ese modo, la autora le permite al lector asistir a la puesta en escena de la propia conciencia desdoblada.  O, como bien describe César Aira: “En la poesía lírica el sujeto es casi siempre un personaje, para hacer literario lo que sin él sería pura queja narcisista. El sujeto personaje, fraccionado en niñas, sonámbulas, náufragas, le permitió a A.P. avanzar en la escritura sin caer en los convencionalismos de la vieja lírica sentimental”.

Alejandra Pizarnik nació en Avellaneda en 1936 y se suicidó en Buenos Aires en 1972. Fue la segunda hija de inmigrantes judíos de una aldea que había sido alternativamente rusa y polaca. Estudió Letras, Filosofía y pintura en el taller de Battle Planas y ese otro aprendizaje artístico incidiría en sus ceremonias a la hora de escribir: “Y lo hago –cuenta– de una manera que recuerda tal vez el gesto de los artistas plásticos: adhiero la hoja de papel a un muro y lo contemplo; cambio palabras, suprimo versos. A veces, al suprimir palabras, imagino otra en su lugar, pero sin saber aún su nombre. Entonces, a la espera de la deseada, hago en su vacío un dibujo que la alude y ese dibujo es un llamado ritual.”

A partir de 1960, vivió en París durante cuatro años, y fue ésa una etapa fundamental para su formación. Escribió artículos, ensayos y traducciones y allí frecuentó a intelectuales y artistas como Julio Cortázar, Aurora Bernárdez y Octavio Paz, entre otros.

Sus libros de poesía publicados son La última inocencia,1956; Las aventuras perdidas, 1958; Otros poemas ,1959; Árbol de Diana,1962; Los trabajos y las noches, 1965; Extracción de la piedra de la locura, 1968; Nombres y figuras, 1969; El infierno musical, 1971; Los pequeños cantos, 1971; El deseo de la palabra (antología, 1975); Textos de sombra y últimos poemas, 1982 (edición  de Olga Orozco y Ana Becciú); Obras completas, 1994 (edición de Cristina Piña); Poesía completa, 2001 (Edición de Ana Becciú). Contamos también con publicaciones de sus diarios y sus cartas.

Pizarnik, amiga de Enrique Molina y Olga Orozco, había sido una de las integrantes más jóvenes del grupo “Poesía Buenos Aires”, que concebía la poesía como vida más que como oficio. Su obra, subjetiva y volcada a las indagaciones ontológicas, se va a diferenciar en la década de los sesenta de la vertiente coloquial y realista y se acercará por momentos al surrealismo, como en el libro Extracción de la piedra de la locura, donde todo jadea y se desborda. Algunos de los trabajos que no habían sido publicados por su autora hasta su muerte en 1972 son sus textos malditos. La condesa sangrienta, La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa, Los poseídos entre lilas, entre otros, nos ofrecen una versión obscena, humorística y procaz, en el anverso de su fase lírica, pero entramada con ella, con su mismo brillo y su crueldad, sin sus buenos modales. Esa voz que es ahora irreverente y deshilachada, con sexo más expuesto y juegos de palabras delirantes nos sigue interpelando desde una misma herida. Es muy posible que todas las modulaciones diferentes de Alejandra Pizarnik sigan resonando por generaciones en la memoria poética y musical de sus agradecidxs y fervientes lectores.

Alejandra Pizarnik (fotografía: Sara Facio)

Selección de poemas de Alejandra Pizarnik

Noche

correr no sé donde
aquí o allá
singulares recodos desnudos
basta correr!
trenzas sujetan mi anochecer
de caspa y agua colonia
rosa quemada fósforo de cera
creación sincera en surco capilar
la noche desanuda su bagaje
de blancos y negros
tirar detener su devenir

_______________________

Yo soy...

mis alas?
dos pétalos podridos

mi razón?
copitas de vino agrio

mi vida?
vacío bien pensado

mi cuerpo?
un tajo en la silla

mi vaivén?
un gong infantil

mi rostro?
un cero disimulado

mis ojos?
ah! trozos de infinito

de La tierra más ajena (1955) 


Lejanía

Mi ser henchido de barcos blancos.
Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias de
..........................................tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus
..........................................pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus
..........................................labios.
Por qué tu visión fantasmagórica re-
..........................................dondea los cálices de
..........................................estas horas?

de Un signo en tu sombra (1955)


La última inocencia 

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!

_______________________

Solo un nombre

alejandra alejandra
debajo estoy yo
alejandra

de La última inocencia (1956)


La noche

Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la conciencia con sus estrellas.

Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.

Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas
sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.

Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.

Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.

Alguna vez volveremos a ser.

_______________________

La carencia

Yo no sé de pájaros,

no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.

de Las aventuras perdidas (1958)


explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome

…………..

un agujero en la noche
súbitamente invadido por un ángel.

de Árbol de Diana (1962)


Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio
tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura

_______________________

Los trabajos y las noches

para reconocer en la sed mi emblema
para significar el único sueño
para no sustentarme nunca de nuevo en el amor

he sido toda ofrenda
un puro errar
de loba en el bosque
en la noche de los cuerpos

para decir la palabra inocente

_______________________

Las grandes palabras

a Antonio Porchia

aún no es ahora
ahora es nunca

aún no es ahora
ahora y siempre
es nunca

_______________________

Mendiga voz

Y aún me atrevo a amar
el sonido de la luz en una hora muerta,
el color del tiempo en un muro abandonado.

En mi mirada lo he perdido todo.
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.

de Los trabajos y las noches (1965)


Privilegio

I

Ya he perdido el nombre que me llamaba,
su rostro rueda por mí
como el sonido del agua en la noche,
del agua cayendo en el agua.
Y es su sonrisa la última sobreviviente,
no mi memoria.

II

El más hermoso
en la noche de los que se van,
oh deseado,
es sin fin tu no volver,
sombra tú hasta el día de los días.

_______________________

Fragmentos para dominar el silencio

I

Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.

II

Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.

Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarían para sollozar entre flores.

No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo canto florecer mi silencio gris.

III

La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo. Aún si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.

de Extracción de la piedra de la locura (1968)


La palabra que sana

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.

_______________________

Los de lo oculto

Para que las palabras no basten es preciso alguna muerte en el corazón.

La luz del lenguaje me cubre como una música, imagen mordida por los perros del desconsuelo, y el invierno sube por mí como la enamorada del muro.

Cuando espero dejar de esperar, sucede tu caída dentro de mí. Ya no soy más que un adentro.

de El infierno musical (1971) 


Se prohibe mirar el césped

Maniquí desnudo entre escombros. Incendiaron la vidriera, te abandonaron en posición de ángel petrificado. No invento: esto que digo es una imitación de la naturaleza, una naturaleza muerta. Hablo de mí, naturalmente.

_______________________

Buscar

No es un verbo sino un vértigo. No indica acción. No quiere decir ir al encuentro de alguien sino yacer porque alguien no viene.

publicados en Sur en 1973


III

el centro
de un poema
..........................es otro poema
el centro del centro
..........................es la ausencia

en el centro de la ausencia
mi sombra es el centro
del centro del poema

de Los pequeños cantos (1971)


La noche soy y hemos perdido
Así hablo yo, cobardes.
La noche ha caído y ya se ha pensado en todo.

Septiembre 1972

 

Fotografías: Alejandra Pizarnik, por Sara Facio

Conseguí tu entrada

RESERVAR

Suscribite a nuestro newsletter