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Orozco-Barrientos: veinte años de música en nombre del amor

Música, Música Popular, Noticias

El dúo mendocino festejó dos décadas de trayectoria en la sala principal del Kirchner. Por Javiel Fernández Pérez


Fernando Barrientos entra al escenario del Auditorio Nacional con pasos aplastantes, convencidos; mira hacia todas partes, o hacia ninguna, y con los ojos cerrados agradece a los muchos amigos que llegaron a su presentación.

Prefiere no nombrarlos; en veinte años de música cabe demasiada gente y se agolpan muchas emociones. Fue en 2003, en la ciudad de Mendoza, cuando Fernando y Raúl “Tilín” Orozco armaron la fórmula Orozco-Barrientos para habitar el universo entre tonadas, gatos, cuecas, rock argentino y trova; no sospechaban entonces que el folclore latinoamericano de inicios de siglo le reservaba un lugar cimero lo mismo en circuitos profesionales que en el oído y la voz popular.

Ahora Tilín Orozco acomoda unas guitarras y hace par de chistes fáciles de entender para quienes los han acompañado durante dos décadas, “especialmente para los que han llegado desde Mendoza”, porque en sus acordes siempre hay un guiño a las raíces, una pulsión de las esencias a un costado de la cordillera.

“Llegado el tiempo”, “Baila el día”, “Tiñe praderas”, “Del que se va”, “Tranquilo compadre”, “Los negritos”, “Niña hermosa”, “Cigarrito”, “Tal vez me quede” suenan en el Centro Cultural Kirchner y las palmas mendocinas revientan al compás de un ritmo bien aprendido.

La voz de Barrientos excede la música para recordar a tres personas que sí deben ser nombradas por lo que representan para el dúo. “Y mencionándolos a ellos llegue el abrazo a todos quienes nos han acompañado en este tiempo: Mercedes Sosa, Gustavo Santaolalla y León Gieco”.

Del público gritan secretos muy bien guardados del dúo y piden canciones: es gente muy cercana que ellos saludan por el nombre y el recuerdo de algún pasaje común.

Es la hora en la que las Gaviotas de Plata de Viña del Mar, los Grammy, los premios Gardel y las giras nacionales e internacionales ceden espacio a un código compartido y edificado únicamente desde el amor:

El amor puede salvar
una guerra, tanta muerte.
El amor puede salvar
los sueños rotos de la gente.

El amor puede salvar
el brillito que nos queda,
todo lo que ya no está
y lo que se quedó afuera.

El amor puede salvar
a las almitas en pena,
el regreso de un lugar
y el camino que nos queda.

Ovación. Los músicos se retiran y el público pide que regresen. El escenario de La Ballena Azul se ilumina y otra vez Barrientos entra con pasos aplastantes, convencidos; han sido veinte años de música en nombre del amor y todavía parece que el camino recién comienza.

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