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Instantáneas ilustradas, por María Luque

Artes Visuales, Instantáneas ilustradas

Instantáneas ilustradas es un ciclo de microexhibiciones virtuales que forma parte de las producciones realizadas en conjunto por el Centro Cultural Kirchner, el Archivo General de la Nación (AGN) y la Secretaría de Patrimonio Cultural.

En ella, artistas visuales de distintos lugares del país retratan momentos históricos en torno a Belgrano. Las ilustraciones se hicieron a partir de anécdotas que, a modo de instantáneas fotográficas, capturan momentos de la vida del prócer. Las instantáneas fueron recopiladas y escritas por el historiador Javier Trímboli y acompañan las ilustraciones.

Las dos instantáneas que aquí se presentan fueron recopiladas y escritas por el historiador Javier Trímboli e ilustradas por María Luque.

María Remedios del Valle y sus hijas

Hasta hace muy pocos años este nombre, esta mujer, eran apenas conocidos. Gregorio Araoz de Lamadrid, que al igual que José María Paz fuera un joven capitán del Ejército Auxiliar del Alto Perú que encabezaba Belgrano, escribe sobre ella en sus memorias pero sin nombrarla por completo. La circunstancia es la de la batalla de Ayohuma, en noviembre de 1813, una derrota militar y política de tal magnitud que casi sepulta a Belgrano. “Es digno de transmitirse a la historia una acción sublime que practicaba una morena, hija de Buenos Aires, llamada ‘Tía María’ y conocida por ‘Madre de la Patria’, mientras duraba este horroroso cañoneo como a las doce del día 14 de noviembre y con un sol que abrasaba. Esta morena tenía dos hijas mozas y se ocupaba con ellas en lavar la ropa de la mayor parte de los jefes y oficiales, pero acompañada de ambas se la vio constantemente conduciendo agua en tres cántaros que llevaban en la cabeza, desde un lago o vertiente situado entre ambas líneas y distribuyéndola entre los diferentes cuerpos de la nuestra y sin la menor alteración”. Se sabe también que María Remedios del Valle fue tomada prisionera y que padeció torturas por su compromiso con la causa patriota; que sus hijas no sobrevivieron a los años de la guerra independentista; que Belgrano en algún momento reconoció su valor, todo lo que había hecho por el ejército en derrota, otorgándole un grado militar. Cae en el olvido y la miseria, que se interrumpen brevemente hacia finales de la década de 1820 para ya no salir de ellos. O para solo vivir en muy pocas memorias. En 2010, la fecha de su muerte, que fue en noviembre de 1847, se señala, por impulso del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), como “Día nacional de los afroargentinos”. Es en esa coyuntura, por varios motivos excepcionales, que se vuelve a hablar de ella y también a tratar de imaginarla, de producir la imagen más justa de María Remedios del Valle. Con ese objetivo, en 2014 se lanza un proyecto entre la Facultad de Bellas Artes de La Plata, la Universidad de esa ciudad y el Senado de la Nación. Un muy interesante artículo que se encuentra fácil en la web da cuenta de esta experiencia y evalúa mucho de lo que significa la posibilidad de alcanzar esta imagen. Aquí solo queremos agregar algo más. Hay escuelas en varias ciudades de nuestro país que llevan el nombre “Niñas de Ayohuma” que, aunque las más veces quede oculto, refiere a estas mujeres. Es que el sustantivo “niñas” designa precisamente a las hijas de las clases pudientes en el siglo XIX que a su servicio tenían a una mujer negra. Esa denominación escolar, de historia oficial, pretende cosmetizar el pasado revolucionario, sustrayéndole a estas mujeres negras, patriotas y revolucionarias.

Salta y el juramento

Una gran victoria patriota fue la de Salta en febrero de 1813. En número, los ejércitos eran parejos, pero un movimiento táctico hizo que los realistas quedaran atrapados en la plaza principal de la ciudad y que, ya sin expectativas de revertir la batalla, se encerraran en la iglesia. Envían los realistas parlamentarios a tratar con Belgrano y no caben dudas de que solo correspondía la rendición a discreción. Pero nuestro general, para sorpresas de propios y ajenos, respondió lo siguiente: “Dígale usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramar tanta sangre americana: que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación que haga cesar inmediatamente el fuego en todos los puntos que ocupan sus tropas, como yo voy a mandar que se haga con todos los que ocupan las mías”. Pío Tristán era el general realista. Había nacido en Arequipa y se conocía bien con Belgrano por los años de estudio compartidos en Salamanca. De chico había acompañado a su padre, uno de los encargados de sofocar el levantamiento de Tupac Amaru. Más allá de esto último –o sabiendo que también esto era cierto–, pocos como Belgrano tuvieron percepción de que la guerra que se estaba librando era una guerra entre americanos que militaban de un lado y del otro, muy próxima a una guerra civil, como llega a plantear en su correspondencia. De ahí su preocupación, que es repetida, por la sangre americana que se derrama. Eran aproximadamente 2800 los realistas rendidos –realistas no españoles, nacidos en América–, entre ellos había varios altos oficiales. Belgrano los hace juramentar que no volverán a tomar las armas contra las Provincias Unidas, al menos hasta llegar al límite del Desaguadero, al norte de La Paz. Escribe Bartolomé Mitre en su libro de 1857: “Nunca el general Belgrano fue más grande como militar, ni más inhábil como político”. Porque echaba a perder, por “su inocente credulidad”, los resultados de una gran victoria. Luego del juramento, se les deja libre el camino hacia el norte y ni bien llegan a Oruro el Arzobispo de Charcas y el Obispo de La Paz los absuelven de lo juramentado y los incitan a tomar nuevamente las armas. Sin dudas, muchos oficiales patriotas pensaron parecido en febrero de 1813. No obstante ser crítico, reconoce Mitre que era la mejor manera de propagandizar los ideales de la revolución, los nuevos valores que constituían su radical novedad. Después de todo, afirma que fueron sólo 300 los hombres que no respetaron el juramento y volvieron a enfrentar a la patria naciente. Cita una carta de Belgrano: “¡Quién creyera! Me escribe otro por la capitulación, y porque no hice degollar a todos, ¡cuando estoy viendo palpablemente los efectos benéficos de ella!”. Como sea, se impone en las páginas de la primera historiografía argentina la impresión de que no obró como un político, que falló en este punto clave, principal, comportándose más como un idealista. Los muertos en la batalla se enterraron en una misma fosa con esta inscripción: “AQUÍ YACEN LOS VENCEDORES Y VENCIDOS EL 20 DE FEBRERO DE 1813”. Antes de marcharse, los derrotados soldados realistas “fraternizaron” con los patriotas.

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