|

Instantáneas ilustradas, por Ignacio de Lucca

Artes Visuales, Instantáneas ilustradas

Instantáneas ilustradas es un ciclo de microexhibiciones virtuales que forma parte de las producciones realizadas en conjunto por el Centro Cultural Kirchner, el Archivo General de la Nación (AGN) y la Secretaría de Patrimonio Cultural.

En ella, artistas visuales de distintos lugares del país retratan momentos históricos en torno a Belgrano. Las ilustraciones se hicieron a partir de anécdotas que, a modo de instantáneas fotográficas, capturan momentos de la vida del prócer. Las instantáneas fueron recopiladas y escritas por el historiador Javier Trímboli y acompañan las ilustraciones.

Las dos instantáneas que aquí se presentan fueron recopiladas y escritas por el historiador Javier Trímboli e ilustradas por Ignacio de Lucca.

El Inca

Mientras que la declaración de la Independencia del 9 de Julio no levantó polvareda, ya que todo fue unanimidad entre los congresales, la cuestión de la forma de gobierno a adoptarse produjo discusión e impugnaciones, hasta que el asunto se fue apagando. El proyecto más radical que estuvo en danza fue el de crear una monarquía que, aunque temperada y constitucional, tuviera al frente a un Inca. Anduvo muy cerca de ser aprobado, y quien principalmente lo promovió y sostuvo fue Belgrano. ¿Qué lo lleva por este camino? Por el de la monarquía ya venía, recordemos su “misión en Europa” un año atrás junto con Sarratea y Rivadavia, en el marco de la derrota de Napoleón y del Congreso de Viena. También por el desorden generalizado nacido de la Revolución de Mayo, de los signos ciertos de una posible guerra civil y de la amenaza de la anarquía. En la situación del Congreso de Tucumán Belgrano hace irrumpir al Inca porque está convencido de que así se iba a empezar a hacer justicia con ese pueblo que, derrocado violentamente por los españoles de Pizarro, la Revolución de 1810 reivindica, a veces sólo como símbolo, otras en busca de alianzas efectivas. También porque considera que es la forma de garantizar la popularidad del nuevo orden en las provincias situadas al norte de Buenos Aires, a las que imagina halagadas por el hecho de que un Inca sea coronado al frente del gobierno. Una forma arriesgada, por la que apuesta, de alcanzar la unidad de los pueblos, unidad que se está resquebrajando. La idea tenía nombre propio: Juan Bautista Tupac Amaru –era nada más y nada menos que hermano de Tupac Amaru II, aquel que había encabezado en 1780 una rebelión que había hecho estremecer a los Andes–. Desde hacía más de 30 años que Juan Bautista “yacía cautivo en las mazmorras españolas” en Ceuta, al norte de África. El 27 de julio, Belgrano reúne a las milicias de Tucumán para que juren la Independencia. Señala: “He sido testigo de las sesiones en que la misma soberanía ha discutido acerca de la forma de gobierno con que se ha de regir la nación, y he oído discutir sabiamente a favor de la monarquía constitucional, reconociendo la legitimidad de la representación soberana en la casa de los incas y situando el asiento del trono en el Cuzco, tanto que me parece se realizará este pensamiento tan racional, tan noble, y tan justo con que aseguramos la losa del sepulcro de los tiranos”. Es una arenga medida, la impresión es que quiere probar la aceptación que tiene la idea entre esas tropas, una fracción de las masas populares, pero lamentablemente no tenemos cómo saber qué reacción produjo, con qué muecas, si es que las hubo, fue recibida. Por Bartolomé Mitre, que no acuerda en lo más mínimo con el proyecto, nos llegan reacciones críticas: “El pueblo de Buenos Aires, siempre dispuesto a reír como el de Atenas (sic), hizo la caricatura del plan con chistes gráficos, que en su forma ligera condensaba el juicio colectivo de la opinión”. “Monarquía con ojotas”, la llama Agrelo. Dorrego: “Este es un rey de patas sucias”. Nada más lejos de Dorrego que una posición aristocratizante, lanzado como está a un federalismo plebeyo, sintonizando con el “bajo pueblo” de Buenos Aires, pero quizás en ese “bajo pueblo” también vivía la animadversión socarrona frente a los indios, en particular con los incas. Quien llevó la delantera en la reacción y la sorna fue un periodista, “perulero” él también (forma despectiva de llamar a todo lo que viniera del Perú), ya que era originario de La Paz. Su nombre era Vicente Pazos Silva pero se hacía llamar Pazos Kanki, resaltando su procedencia aymara. Según Mitre era un aventurero desopilante. Se lanza a demoler a Belgrano, a quien acusa de desconocer que los incas habían sido una casta también conquistadora de otros pueblos indígenas, del suyo por caso; por lo tanto, a disgusto se sentía él como tantísimos otros por volver, de la mano de este proyecto, a una antigua dominación. A la vez, muchas de estas críticas, que se formularon en el periódico La Crónica Argentina, expresaban el suelo democrático de la sociedad de Buenos Aires, ese fermento que en este punto la unía con los pueblo del Litoral, con el artiguismo, y contra cualquier principio monárquico. Desde el presente, y atentos también a esa exaltación mítica del pasado incaico que empezó a nacer apenas producida la conquista –y a la que Pazos Kanki es impermeable–, la idea de un Inca a la cabeza de una gran nación americana nos simpatiza, y un poco más, nos entusiasma. Sin embargo, estaba lejos de ser una solución para la fragmentación y el vacío de hegemonía que nos amenazaba. No es para paso de comedia el episodio, sino para escena del drama en que Belgrano queda envuelto.

Juana Azurduy

Reconocimiento de Manuel Belgrano a la valentía de Juana Azurduy de Padilla. Tucumán, 26 de julio de 1816.
Documentos escritos. Sala X. Legajo 23-2-3

Transcripción:

Excmo. Sr.
Pasó a manos de V.E. el diseño de la bandera que la amazona Doña Juana Azurduy en el Cerro de la Plata, como a once leguas al este de Chuquisaca, en la acción a la que se refiere el comandante Don Manuel Asencio Padilla, quien no da esta gloria a la predicha su esposa por moderación; pero por otros conductos fidedignos me consta que ella misma arrancó de las manos del abanderado ese signo de tiranía, a esfuerzos de su valor y sus conocimientos en la milicia, poco comunes a las personas de su sexo. Los españoles, que hacen alarde de su crueldad, que derraman sangre americana en nuestros días, hasta comprobarnos con sus hechos las relaciones que parecen fabulosas del obispo Las Casas, promueven y excitan las almas a tal grado con sus atrocidades, que nos dan la complacencia de que presentemos al mundo entero estos fenómenos para que se convenzan las naciones extranjeras y, principalmente, esa obstinada, que cada vez más gana nuestro odio; es que ya la América del Sud no será la presa de su codicia
rastrera.
Recomiendo a V.E. a la Sra. Azurduy, ya nominada, que continúa en sus trabajos
marciales del modo más enérgico, y a quien acompañan algunas otra más en las mismas penalidades, cuyos nombres ignoro, pero que tendré la satisfacción de ponerlos en consideración de V.E. pues ya los he pedido.
Dios guarde a V.E. muchos años.
Tucumán, 26 de julio de 1816
Excmo. Sr.
Manuel Belgrano

Conseguí tu entrada

RESERVAR

Share:
Suscribite a nuestro newsletter