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Giros, la consagración de Fito Páez

Fotografía: Revista Pelo
Música, Música Popular

Una nota a propósito del disco Giros (1985), obra clave que Fito Páez grabó con solo 22 años y que un grupo liderado por Gonzalo Aloras recrea el domingo 16 de abril en el Centro Cultural Kirchner. Por Andrés Casak


Ahora que Fito Páez ya se ganó la estatura de clásico, con una incesante producción cultural alrededor suyo –que abarca desde conciertos multitudinarios en Vélez o en Movistar Arena, libros biográficos y autobiográfico y también una serie en Netflix sobre su vida, próxima a estrenarse–, vale la pena remontarse a su época como promesa, los seminales años 80, cuando era un desalineado veinteañero recién llegado desde Rosario junto con La Trova y todo estaba por suceder.

Si el primer verso del primer disco de Fito, Del ’63, era una carta de presentación y señalaba el camino en primera persona, prólogo de una vida narrada en canciones (“Nací en el ’63, / con Kennedy a la cabeza”), el segundo trabajo, Giros, fue la confirmación de que el precoz Páez, con solo 22 años, iba rumbo a su consagración solista.

Por cierto, ese chispazo de genialidad aconteció en un momento de auge del rock. 1985 no solo fue el año del juicio a las Juntas Militares: es también un instante de enorme creatividad musical. Allí estaban escribiendo su historia desde Sumo, Los Redondos y Riff, hasta Soda Stereo, Virus y Los Abuelos de la Nada. La recuperación democrática había traído vientos de cambio en el rock, en un diálogo fértil con las artes visuales, el teatro y el under en el circuito de pubs, boliches y teatros.

Ahí también estaba Fito como tecladista de la banda de Charly García. Desde ese lugar destacado, jugando en Primera, participó en 1985 en la grabación del disco Piano Bar y en la presentación en el estadio Luna Park junto a la crema de la vanguardia: un cuerpo de baile coordinado por Jean François Casanovas, escenografía de Renata Schussheim y una banda que también integraban los GIT Willy Iturri, Pablo Guyot y Alfredo Toth.

En paralelo, Páez empezó a cranear su propio disco Giros en la casa que compartía con Fabi Cantilo en La Pampa y Estomba, hizo la preproducción en el garage de la casa de los padres del tecladista Tweety González en Versalles y grabó el disco en los estudios Moebio de Constitución. Un tour porteño para un disco cosmopolita de un rosarino que linkea tanto a una chacarera, a una baguala o a un tango como al sonido de Steve Wonder y a la modernidad expresada en máquinas de ritmo.

“Pasaba mis días y mis noches delante de los teclados en la casa de Estomba, probando sonidos, armonías, ritmos (…). Hiperconcentrado, participé en la realización de aquel álbum que venía a jugar fuerte en el escenario del rock local. Ritmos ternarios se mezclaban con furioso rock en cuatro y baladas que iban a quedar en el corazón de muchas personas con el correr de los años”, resume el cantante en su libro de memorias Infancia & Juventud.

 

El disco es tan breve como contundente. Son apenas nueve canciones con media hora de duración: “Giros”, “Taquicardia”, “Alguna vez voy a ser libre”, “11 y 6”, “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, “Narciso y Quasimodo”, “Cable a tierra”, “Decisiones apresuradas” y “D.L.G.”, grabadas con su banda formada por Fabián Gallardo en guitarras, Paul Dourge en bajo, Tweety González en teclados y Daniel Wirtz en batería.

El terremoto que provocó “11 y 6” –con la participación clave de Pedro Aznar como invitado en voz, coros y arreglos de teclados– fue tan grande que tuvo su réplica en la canción “El pibe de la calle”, grabada en Tercer mundo. Otro de los temas bandera del disco, “Cable a tierra” (“Si estás entre volver y no volver, / si ya metiste demasiado en tu nariz, / si estás como cegado de poder, / tirate un cable a tierra”), con el aporte fundamental del Mono Fontana, era una reflexión sobre los excesos tóxicos de aquellos años. “Dedicada a Fabi y a todos los astronautas que no podían volver a pisar el Planeta Tierra en aquellos ajetreados años porteños”, dice Páez hoy.

Hay más: “D.L.G. (sigla de “Día de los Grones”), una baguala con toques electrónicos, inspirada en las charlas sobre política y peronismo del cantante con Liliana Herrero y con su pareja de ese entonces, Raúl Sepúlveda. O “Giros” (“Flaco ¿dónde estás? / Estoy imaginándome otro lugar, /estoy juntando información, / estoy queriendo ser otro”), una suerte de autorretrato juvenil con el sonido de un bandoneón ejecutado desde el sintetizador. Pero el tema que se convirtió en himno fue “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Compuesto de un tirón, tuvo tantas vidas que llegó a agobiar al propio Páez: fue emblema, eslogan de campaña política y se volvió universal en las voces de otros intérpretes, como Pablo Milanés.

El disco lo catapultó como una figura con proyección propia. En esos días, Luis Alberto Spinetta le proponía grabar juntos un disco que sería el doble La la la, Mercedes Sosa hacía su propia versión de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, que titulaba su nuevo disco, y el patriarca Atahualpa Yupanqui lo felicitaba por los versos de dicha canción. El rosarino cerró el año bisagra con un concierto a sala llena en el Luna Park.

Las esquirlas atravesaron el tiempo. Cuando el disco cumplió 30 años, Páez consideró que era el momento adecuado para volver a tocarlo completo, en un concierto temático en el Gran Rex en 2015. Y ahora llega la reversión: una banda capitaneada por Gonzalo Aloras interpretará el álbum de punta a punta, junto a algunos músicos originales de la formación, abriendo el ciclo de conciertos dedicado a los álbumes emblemáticos de la democracia. Parafraseando a Páez, las cosas tienen movimiento.


El concierto inicial del ciclo Discos Esenciales 1983-2023 tendrá lugar el domingo 16 de abril a las 20 h en el Auditorio Nacional. La información completa, en este enlace.

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