Filmoteca en vivo: películas argentinas “fuera de encuesta”

En abril, la Filmoteca en vivo curada por Fernando Martín Peña para Cine en el Kirchner presenta una selección de películas argentinas de mediados del siglo XX.

Los títulos integraron la encuesta sobre cine argentino realizada en 2022 por las revistas La vida útil, Taipei y La tierra quema. En esta oportunidad, se eligieron películas “fuera de la encuesta”; es decir, filmes que no obtuvieron ni un solo voto.

Las películas están recomendadas para mayores de 18 años.


Agenda

Sábado 1, 17 h: Con el sudor de tu frente, de Román Viñoly Barreto
Sábado 1, 19 h: El deseo, de Carlos Schlieper
Viernes 7, 19 h: La isla, de Alejandro Doria
Sábado 8, 17 h: La barra de la esquina, de Julio Saraceni
Sábado 8, 19 h: La bestia humana, de Daniel Tinayre
Viernes 14, 19 h: La señora de Pérez se divorcia, de Carlos Hugo Christensen
Sábado 15, 17 h: Mis cinco hijos, de Orestes Caviglia y Bernardo Spoliansky
Sábado 15, 19 h: Pobre mi madre querida, de Homero Manzi y Ralph Pappier
Viernes 21, 19 h: Tierra del Fuego: sinfonía bárbara, de Mario Soffici
Sábado 22, 17 h: Turbión, de Antonio Momplet
Sábado 22, 19 h: Tres hombres del río, de Mario Soffici
Viernes 28, 19 h: El regreso, de Leopoldo Torres Ríos
Sábado 29, 17 h: Historia de una carta, de Julio Porter
Sábado 29, 19 h: El protegido, de Leopoldo Torre Nilsson


Las proyecciones no requieren reserva de entradas: el ingreso es por orden de llegada hasta agotar la capacidad de la sala. Una vez comenzada la función no se permitirá el ingreso a la sala.

Por consultas sobre entradas e ingresos, escribir a: [email protected]


Programación

Con el sudor de tu frente

Román Viñoly Barreto, 1950. Argentina. 75’. Con Armando Bó, Diana Ingro, Alba Mugica, Raúl del Valle, Ernesto Bianco, Oscar Combi.

Este drama rural, de fuerte contenido simbólico, describe la frustración de un campesino con su tierra, en parte porque la sequía le impide trabajarla y en parte porque ha­­­­­­ perdido la fe. Abandona entonces el campo y se emplea como matarife, oficio diametralmente opuesto al anterior, y se abandona a un embrutecimiento casi criminal hasta que el sacrificio de un hombre al que apenas conoce restablece los valores perdidos. En el ojo de una res muerta que observa a su asesino, en la procesión de un pueblo que pide agua y en un hombre que se interna en una salina aparentemente infinita, Viñoly logró las primeras de las muchas imágenes indelebles que abundan en su cine. La producción del film, que tuvo sus problemas con la censura, fue una de las primeras audacias del protagonista Armando Bó.

 

El deseo

Carlos Schlieper, 1944. Argentina. 88’. Con Aída Luz, Roberto Airaldi, Santiago Gómez Cou, Elsa O’Connor, Pilar Gómez.

La trama se desarrolla en una serie de flashbacks complementarios, estructura muy pertinente porque en todos los casos importa la subjetividad de los personajes que narran. Pronto se definen dos antagonistas: por un lado una mujer bella que, casada con un hombre casi siempre ausente, ansía volver a ser deseada; por otro lado, su ama de llaves, que descubre la infidelidad y pone en práctica un chantaje donde vierte años de frustración y resentimiento. La justificación del adulterio a causa de la represión y severidad del marido, la fuerte caracterización de ambas mujeres -cuyas respectivas conductas Schlieper se ocupa de motivar en cada detalle- y la forma en que potencia el tono de cada escena mediante la escenografía hicieron que El deseo volviera obsoletos todos los melodramas previos del cine argentino.

 

La isla

Alejandro Doria, 1979. Argentina. 106’. Con Graciela Dufau, Hugo Arana, Sandra Mihanovich, Héctor Bidonde, Lito Cruz, Aldo Barbero, Alicia Bruzzo, Franklin Caicedo, Luisina Brando, Lisardo Laphitz.

El film plantea desde el comienzo una acción enrarecida, con personajes que hablan sin referirse concretamente a nada, mientras viven confinados en un sitio impreciso, que recuerda a una clínica o a un manicomio pero claramente no es ninguna de las dos cosas. Se trata de una alegoría sobre el presente dictatorial y el recurso es tan obvio como El gabinete del Dr. Caligari (Wiene, 1920) pero funcionó porque la obviedad era un objetivo necesario, porque Doria logró darle unidad de estilo, porque contó con un elenco extraordinario que acompañó la deliberada ambigüedad de la propuesta y porque obtuvo un gran éxito público que en ese momento era bastante esquivo al cine argentino de autor.

 

La barra de la esquina

Julio Saraceni, 1950. Argentina. 80’. Con Alberto Castillo, María Concepción César, José Marrone, Iván Grondona, Jacinto Herrera, Salvador Fortuna, Hugo Chemin.

“Trabajás, te cansás, ¿qué ganás?” es la frase recurrente de Fatiga (José Marrone) que pasó de inmediato a la cultura popular gracias al gran éxito de este film, el más célebre que protagonizó el carismático Alberto Castillo. Con su trama repartida en tres tiempos, sus múltiples arquetipos porteños, su combinación irresistible de humor y emoción, La barra de la esquina es la opereta tanguera perfecta y fue en una poderosa ráfaga de autenticidad en el medio de una extensa serie de films basados en obras teatrales o literarias extranjeras. Mención aparte merece el intenso protagonismo del barrio, que es en parte real y en parte artificio, y que se impone como el gran escenario de todas las cosas.

 

La bestia humana

Daniel Tinayre, 1954/57. Argentina. 107’. Con Ana María Lynch, Massimo Girotti, Eduardo Cuitiño, Alberto de Mendoza, Amalia Sánchez Ariño, Elisa Christian Galvé, Guillermo Battaglia, Oscar Valicelli, Francisco de Paula, Domingo Sapelli, Berta Moss.

Dada su afición por las tramas con abundante violencia misógina (Camino del infierno, Danza del fuego, Deshonra), era fatal que Tinayre se tropezara con el clásico de Émile Zola sobre un maquinista ferroviario que siente la compulsión de asesinar a las mujeres que lo excitan. La novela fue filmada también por Jean Renoir y por Fritz Lang, pero Tinayre logró la versión más desquiciada, ya que todas sus mujeres son invariablemente maltratadas o muertas y todos sus hombres son una porquería. Su legendaria pericia formal está aplicada al retrato de los trenes, que en este contexto aparecen como una pesadilla expresionista. La película estaba terminada en 1955 pero, como afirma el historiador Daniel López, después del golpe de Estado el nombre de la protagonista Ana María Lynch resultaba “inconveniente, por lo que Tinayre se guardó el film en su casa en espera de mejores vientos”. Su estreno no se produjo hasta julio de 1957, pero incluso entonces tuvo problemas con el decreto 4161/56 que prohibía toda propaganda política, "alusión o simbología del régimen depuesto". En este caso, se objetó una escena exterior en la que podían verse afiches de Perón en segundo plano. Hubo una denuncia a la que siguieron secuestros en cines de Avellaneda y Villa Ballester. Finalmente la causa quedó sobreseída tras el corte de la escena en cuestión.

 

La señora de Pérez se divorcia

Carlos Hugo Christensen, 1945. Argentina. 100’. Con Mirtha Legrand, Juan Carlos Thorry, Miguel Gómez Bao, Felisa Mary, Tito Gómez, Teresa Pintos, María Luisa Notar, Tilda Thamar.

Algunos años antes de que Carlos Schlieper realizara sus mejores y más ajustadas comedias (El retrato, Esposa último modelo, Cita en las estrellas, Arroz con leche, etcétera), Carlos Hugo Christensen estableció el modelo local de la screwball comedy trasladando la precisa estructura de algunas farsas teatrales europeas a un ambiente de burguesía porteña ligero y glamoroso. El mejor resultado, que resiste una comparación mano a mano con cualquier screwball norteamericana, fue La pequeña señora de pérez (1944) y su extraordinaria secuela, La señora de Pérez se divorcia. En ellas Christensen sacó a Mirtha Legrand del arquetipo de ingenua adolescente para darle papeles de mujer activa y deseante, que no se acomoda a lo que su entorno espera de ella.

 

Mis cinco hijos

Orestes Caviglia y Bernardo Spoliansky, 1948. 85’. Con Tito Alonso, Pola Alonso, Iris Alonso, Mario Alonso, Héctor Alonso, Domingo Sapelli, Ilde Pirovano, Osvaldo Pugliese y su Orquesta.

La modesta historia que cuenta este film es la de un hombre que ha llegado a la edad de jubilarse y debe aprender a lidiar con esa nueva vida y con los diferentes problemas de su familia. Se hizo de manera independiente en una época en la que tal cosa no era usual en el cine argentino, pero ese no es su único rasgo singular: sus protagonistas son cinco hermanos reales, su guionista fue el actor Nathán Pinzón y es el único film en el que puede verse en su apogeo a Osvaldo Pugliese y su Orquesta. Pero más importante que esos datos circunstanciales es su solidez dramática y su sentido poético, explícito en el uso virtuoso de poemas de Carriego pero presente sobre todo en la sensibilidad cinematográfica con la que retrata el detalle emocional de sus ambientes, ya sea la fábrica inicial, el barrio obrero o el departamento burgués. El resultado es una obra mayor y desconocida, que vale la pena descubrir.

 

Pobre mi madre querida

Homero Manzi y Ralph Pappier, 1948. Argentina. 92’. Con Hugo del Carril, Emma Gramatica, Aída Luz, Graciela Lecube, Horacio Priani

El término melodrama no sirve para definir como corresponde a este film cuya poética es de una absoluta pureza tanguera. La historia transcurre en la década del 10, distancia que, de paso, aumenta la credibilidad de la tragedia. Del Carril interpreta a un antihéroe torturado, que se degrada a sí mismo hasta pedir la muerte porque no puede soportar la idea de su propia cobardía. Aída Luz es la mujer fatal que resulta no ser fatal pero sí mujer y exige ser respetada en sus propios términos. Graciela Lecube es la muchachita buena y Grammatica la mamma que sufre todos los disgustos. La canción “Pobre mi madre querida” se utiliza al principio, como anticipo de lo que vendrá, y es nuevamente recordada sobre el final del film. El vals “Desde el alma alimenta” al comienzo la ilusión de la muchacha y, cerca del final, suena casi como una parodia de esa ilusión. Varios tangos, instrumentales y cantados, confluyen en la reconstrucción del Velódromo, lugar preferido por la gente de vida disipada, que jugará un rol esencial de contrapeso en la ficción: mientras Aída encuentra la forma de salir de ese ambiente, Hugo se sumerge en él intentando vanamente licuar su cólera autodestructiva.

 

Tierra del Fuego: sinfonía bárbara

Mario Soffici, 1948. Argentina. 119’. Con Pedro López Lagar, Sabina Olmos, Mario Soffici, Alberto Closas, Ricardo Duggan, Orestes Caviglia, Norma Giménez, Walter Jacob, Raúl del Valle, Leticia Scury, Hedy Crilla.

Soffici fue uno de los pocos cineastas que procuró hacer un verdadero cine nacional y no solamente porteño. Sobre un libreto de Ulyses Petit de Murat, lo que cuenta aquí son varias historias individuales que convergen en el imponente marco del extremo Sur del continente, e implican, en todos los casos, una crisis de fe. Aunque los protagonistas son personajes de ficción, la mayor parte de las situaciones importantes del film están basadas en episodios reales, como la masacre de indígenas que perpetran los hacendados de la zona, una de las pocas oportunidades en las que el cine argentino clásico se permitió representar el genocidio sobre los pueblos originarios. Aunque hoy se cuenta entre sus obras menos vistas, Tierra del Fuego fue la película más ambiciosa y extrema de Soffici.

 

Turbión

Antonio Momplet, 1938. Argentina. 90’. Con Francisco Petrone, Luisa Vehil, Gracia del Río, Paquita Vehil, Fausto Fornoni, Francisco Álvarez, Froilán Varela, Claudio Leiva, Miguel Coiro.

No hay nada en el policial norteamericano o francés de los ’30 que se parezca a Turbión en su descripción del bajo mundo urbano, en su simpatía por los delincuentes y en el tono de tragedia tanguera que sobrevuela la acción. El protagonista es nada menos que un traficante de drogas, aunque con códigos, y entre los integrantes de su banda se destaca el cómico Francisco Álvarez, que siempre encuentra un fragmento del Martín Fierro para comentar la acción. Según la RAE, “turbión” quiere decir “Aguacero con viento fuerte, que viene repentinamente y dura poco”, pero también “Multitud de cosas que vienen juntas y violentamente y ofenden y lastiman”, lo que se ajusta muy bien al desenlace de este film. Esta producción de Francisco Canaro (cuyo arreglo de “Sentimiento gaucho” figura de manera prominente en una escena) fue la primera película en Argentina del director español Momplet, que venía huyendo de la guerra civil.

 

Tres hombres del río

Mario Soffici, 1943. 93’. Con Elisa Galvé, José Olarra, Agustín Irusta, Luis Aldás, Leticia Scury, Juan José Míguez, Homero Cárpena.

El film combina la fantasía poético-telúrica del guionista Hugo MacDougall con el peculiar papel trágico que Soffici ya había asignado al paisaje en films como Prisioneros de la tierra (1939). En un famoso prólogo mudo, el realizador establece el extraño tono del film y luego lo potencia con dos personajes de carácter simbólico, que no importan por sí mismos sino por lo que producen en términos morales sobre los tres protagonistas del título. La prisión no es aquí la tierra sino el río, al que los diálogos y las imágenes animan en un plano alegórico y al mismo tiempo determinante. Esa voluntad de indagación interior no era nueva en el realizador, si se recuerda que en las películas de su ciclo social importaba más la dimensión ética de sus protagonistas que el conflicto exterior, así como en Prisioneros de la tierra había una tensión no resuelta entre la denuncia social y la tragedia personal.

 

El regreso

Leopoldo Torres Ríos, 1950. 71’. Con Santiago Gómez Cou, María Concepción César, Ilde Pirovano, Francisco López Silva, Horacio Delfino, Luis Capdevila.

Curiosa comedia fantástica en la que un hombre, condenado a pasar la eternidad en el Infierno, obtiene del Diablo una última oportunidad para volver a ver a la mujer que ha amado. La mayor parte del argumento se apoya en un humor seco y sin estridencias, comprendido a la perfección por los protagonistas Guillermo Battaglia y Santiago Gómez Cou. El film no pretende el vuelo poético de otros films del realizador (como El crimen de Oribe) pero en los últimos diez minutos alcanza un inesperado romanticismo en una secuencia que debe contarse entre lo más emocionante del cine de Torres Ríos.

 

Historia de una carta

Julio Porter, 1957. Argentina. 64’. Con Ángel Magaña, Julia Sandoval, Enrique Chaico, Maruja Montes, Tito Gómez, Inda Ledesma, Carlos Lagrotta, Oscar Alemán, María Aurelia Bisutti.

Un hombre en crisis envía una carta suicida pero luego se arrepiente y procura recuperarla. Porter sirve con inteligencia al libreto de Conrado Nalé Roxlo, integrando a la perfección el paisaje urbano al tema. Pero además comprende bien el tono sobrio, casi británico, que propone la deriva del protagonista con sus curiosas coincidencias y sus estilizadas interpolaciones subjetivas. Aunque se la recuerda poco, debe contarse entre las mejores películas argentinas del período. Contiene una de las poquísimas intervenciones cinematográficas del gran Oscar Alemán.

 

El protegido

Leopoldo Torre Nilsson, 1956. Argentina. 80’. Con Rosa Rosen, Guillermo Battaglia, Guillermo Murray, Mirko Álvarez, Fernando Vegal, Pepe Soriano, Víctor Proncet.

Un joven guionista logra interesar en su trabajo a un productor de cine y al mismo tiempo inicia un romance con su esposa, una actriz famosa, ya retirada. La zona emocional del film, con algún eco de El ocaso de una vida, es compleja y está resuelta con la inteligencia formal que caracterizaría al realizador en obras posteriores. Pero aún más interesante es su mirada impiadosa sobre la industria del cine argentino de esa época, hecha de múltiples referencias documentales y con conocimiento de causa. Una leyenda inicial indica que “por cualquier semejanza que este film pueda tener con la realidad, el autor se siente muy entristecido”. No deja de ser curioso que Torre Nilsson escribiera y dirigiera este insólito film con producción de los hermanos Carreras, que nunca antes o después incursionaron en el cine de autor.

Fecha

1 - 29 abril 2023
Finalizado

Hora

17:00 - 19:00

Ubicación

Sexto piso. Sala B
Categoría