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Correspondencias, carta 3: de Camila a Walter

Literatura, Proyectos Especiales

En una nueva carta de la correspondencia perteneciente a las Crónicas de Poesía Ya! 2023, Camila Fabbri le escribe a Walter Lezcano sobre su visita al Kirchner y algunas de las cosas que pasaron el sábado en la octava jornada del festival.


Domingo 12 de febrero de 2022, Buenos Aires

Hola Walter, ¿cómo estás?

Me gustó recibir tus cartas e imaginarte ahí en el Kirchner, subiendo y bajando escaleras o ascensores y cada tanto abanicándote con lo que hubiera a mano. ¡Estuviste en todas partes! El cristo poeta que todo lo ve.

Qué lindo Centro Cultural que tenemos, realmente lo pienso y no me canso de decirlo. Y me da orgullo la estatua del Néstor contemporáneo puesta ahí, en la puerta, con un gesto de viento en contra pero con todo lo demás a favor. Fue un refugio el CCK ayer, un iglú en el medio de la nada. El calor satánico que está haciendo ayuda a que la ciudad se desdibuje, como si la hubieran blureado. Pero el CCK ayer nos devolvió el contorno. Te juro.

Ayer empecé por la feria editorial y estaban todas las editoriales de poesía esperándonos con las manos en alto, como bien decías, ese espacio de poesía que suele ser un poco inexistente en las librerías. Me pregunté qué pasaría si esa feria quedara estable, no estaría nada mal, ¿no? Entrar al CCK y comprarse libros de poesía cada vez, porque sí.

Después subí al Salón de Honor, uno que es bordó y dorado, con sillas muy bien tapizadas. Había gente muy contenta, con muchas ganas de estar ahí, había familias que se habían reunido para aplaudir las lecturas de sus hijxs, primxs, sobrinxs poetas. También había niñxs muy chiquitxs en coches que giraban sobre sí y madres cancheras, con zapatillas y vestidos descontracturados pero demasiado precisos. Leyeron Carlos Pucheta, Silvia Pailhé, Matías Aldaz, Dalmis Medina y Enrique Abondio. No llegué a oírlos a todxs, pero los aplaudimos tanto que parecía que ya los habíamos empezado a querer. Después subí a La Cúpula, un lugar en el que nunca había estado, por cierto. Siempre oía: La Cúpula esto, La Cúpula aquello, pero nunca había subido hasta ahí. Me di cuenta de que nunca lo hice porque solamente se puede acceder por ascensor y yo sufro de una claustrofobia tan milenaria que no puede ser solo mía, pero en el mundo real es solo mía, y batallé y subí.   Estaban desarmando una actividad que era paralela a la Lectura en voz alta, pero todavía quedaban indicios de juventud, de canciones y de cuerpos que habían bailado mucho al ritmo de DJ BBGIZA en Ritmo y poesía. Me encontré con un bar nuevo en la cima del Kirchner, un espacio que no conocía, con una vista tan privilegiada que me dio pudor. Se ve la ciudad entera y una puede tomarse un café con medialunas y poner la vista ahí durante un rato laaargo. Lujos del subdesarrollo que deberíamos poder disfrutar. Entonces me encontré con esos binoculares, una de las actividades permanentes del Festival. ¡Tuvieron una idea demasiado buena! Pusieron carteles rojos en terrazas de la ciudad, y con los binoculares y desde la absoluta comodidad una podía pararse ahí y leerlos con toda la distancia que hay entre el Kirchner y el resto de la urbe. Parecía que estaba volando, pero no, tenía los pies en el piso de madera y me abanicaba un aire acondicionado demasiado potente. Fue algo muy extraño. Llegue a leer, por ejemplo, una que proponía “Resiste mucho, obedece poco” y otra que decía “Explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco llevándome”. ¿Sabés de quiénes son?

Ahí nomás me encontré con una fila de mujeres y niñxs (hombres no vi) que esperaban su turno para encontrarse con La Pitonisa, otra de las actividades permanentes del Festival. La artista Jazmín Saidman estaba sentada en un cubículo vidriado con un pañuelo en la cabeza y esperaba a que se le sentaran delante para hablarles sobre sus futuros.

Hacia las siete de la tarde fui hacia el subsuelo, a la Sala Argentina, tal vez la sala más hermosa del Kirchner. Al menos lo es para mí. Con sus butacas tapizadas y la escalinata de madera paraíso eterna hacia el escenario allá abajo. Poetas y traductorxs nos leyeron sus traducciones del inglés o del portugués: Natalia Leiderman con su May Swenson, Alejandro Güerri con su Paulo Leminski, Laura Crespi con su Elizabeth Bishop y Daniela Aguinsky con su Ellen Bass, que por cierto nos acompañó desde un zoom en Estados Unidos (no sé bien en qué ciudad estaba, creo que dijeron algo así como una Mar del Plata yanqui) y nos leyó en inglés los poemas que Daniela tradujo al castellano y que acaban de salir por Gog y Magog (que iré a comprar de inmediato, por cierto, porque me gustaron muchísimo). Ellen estaba sentada en la biblioteca de su casa y sonreía muchísimo y no llegaba a entender por qué lxs argentinxs aplaudíamos tanto. Me dieron ganas de decirle que es porque somos latinos, más precisamente rioplatenses, más precisamente sudakas, y hacemos mucho énfasis en lo que sí.

Hoy me toca pasear de nuevo, espero que el calor no se convierta en el gran villano.

Después te cuento,
¡besos!
Camila

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